viernes, 28 de septiembre de 2012

Antes y ahora, la vida, la muerte...

 por :  Óscar Hernán Álvarez García (1996[i])

           

Si, la muerte, porque también la muerte es, o mejor, “era” parte de la vida

Porque ANTES daba gusto morirte, yo diría que era una gozada, toda tu familia venía a verte, incluso los hijos que estaban lejos, hasta de otros continentes venían, todos te demostraban lo que te querían y lo que te necesitaban, aquí en la tierra (y el interés por la herencia pasaba a un segundo plano). El médico del pueblo venía todos los días a verte, aunque sea por los pastelitos de tu esposa, vieja también. Hasta el cura venía a diario y te daba ánimos, te consolaba el dolor físico diciéndote que te ibas a ir al cielo, y tú te lo creías, todos creíamos en el cielo...

AHORA, te mueres, sólo, en una UCI entre mil maquinas o en un “hospital-residencia” frío, en la última habitación, donde incluso al último compañero de habitación se lo llevaron, para que te mueras ¡solo! Un establecimiento donde tus hijos rogaron para que no te dieran de alta, porque morirte en casa sería un trastorno para tu familia. Una residencia muy limpia pero donde el cura solo viene (cuando llega a tiempo) rápido, rápido a darte la extremaunción, es que ya nadie le hace reverencias y además, él también está montado en el consumo. Casi preferirías que no viniese, sus palabras ahora te suenan huecas y tu dolor espiritual se hace casi tan intenso como el físico pues consiguieron que ya no creyeras en el “Cielo”. La sociedad, el consumo o la misma Iglesia con su inoperancia nos quitaron el Más Allá (todo hay que vivirlo aquí y ahora ¿para qué procrear?, si además no hay “Más Allá”...), ¡han conseguido que no creamos en el cielo!

Ahora, te queda un dolor intenso, cada vez más intenso y solo quieres descansar y piensas en el caballo herido que le pegan un tiro para que no sufra

O en el mejor de los casos tus hijos, como signo de cariño, te convencen y de hecho te buscan las mayores comodidades en... “¡una residencia!, con masajes y gimnasia todos los días, papá, y ¡música de tus tiempos! además, estarás con todos los de tu edad”, insisten...

Y tú accedes haciéndoles ver que te lo crees...

Pero, ANTES, más gozada aún, era nacer: Nacías cuando Dios y la naturaleza querían. Y apenas nacías, tu madre se desesperaba por abrazarte, por darte el pecho... Nacías en el calor del hogar, traías en tu sangre y luego en la leche de tu madre todas las defensas contra las enfermedades de tu entorno. Era una gozada, primero: qué suave cuando te ponía doña Catalina la comadrona en la barriguita tibia de tu madre, luego mamá instintivamente te ponía en el pezón “Que rico”, pensabas, y esto le ayudaba a ella porque, además del gran placer de darte de mamar, su matriz, se contraía en segundos (más rápido que la mejor oxitocina) y le prevenía la hemorragia, la anemia...

Hasta la comadrona, doña Catalina, era como de la familia o Don Antonio el médico del pueblo con su aspecto bonachón, expectante por si algo no marchaba bien. Y apenas nacías alrededor se armaba un alboroto, qué alegría, todos querían cogerte y te hacían carantoñas y te decían semejantes mentiras como “que bonito”, aunque nacieras feo y arrugado como una pasa. Casi siempre la primera que te cogía era la abuela, y ahora, cómo te alegras de que haya sido ella la primera de la familia que te palpó, porque se convirtió por siempre en tu aliada y defensora, aunque en ese momento quizá se pasó un poco, mira que solo después de un rato llamar a tu padre, el pobre, que estaba esperando, desesperado, afuera, junto con medio vecindario. Hasta en la calle había sido un acontecimiento, y eso que fuiste el quinto de la familia.

AHORA, llevan a tu madre a un hospital, la meten en una habitación fría, la ponen patas arriba, le atan las piernas con correas, y si te demoras mucho en salir (por que la comadrona tiene que volver a su casa), le meten a tu madre una sustancia que hace que la matriz te apriete tanto que te parece que te va a estallar el cerebro, dicen que se llama oxitocina* y que su abuso en realidad es la causa de la mayoría de las cesáreas.

Luego, ni bien has asomado, alguien te tira de tu cabecita, tan fuerte, que casi te rompe el cuello, a veces, no te da tiempo ni a girarte siquiera para que te salgan mejor los hombros, así que casi te fracturan la clavícula o te dejan paralizado el brazo; después, te meten tubos por la nariz, hasta la garganta, ¡que susto!, casi se te para el corazón y la respiración (le llaman reflejo vagal). Y cuando sales..., ni está la abuela, ni tus tíos, ni los vecinos, muchas veces ni tu padre... solo hay personas, seguro buenas, pero extrañas a tu alrededor...

* NOTA: Con este simbolismo no queremos quitar valor ni mucho menos a las bondades terapéuticas de los oxitócicos (que bien usados son verdaderos salvadores de vidas), si no al peligro de su abuso. Ni tampoco generalizar al denunciar la conducta excesivamente intervencionista de la medicina actual, pues es de reconocer y felicitar algunos intentos de humanizar los partos incluso en los grandes hospitales: “Roomin in”, presencia de los padres en el parto, “mamá-canguro”, etc.  En otras palabras : “devolver” los partos a las parturientas y a sus familias, que con la sofisticación de los hospitales los médicos les hemos “robado” creyéndonos con la obligación de “intervenir” cuando nuestra primera obligación en el parto es “asistir” a ese  fenómeno maravilloso que es el dar a luz la vida... (no hay mejor parto que el que desde el principio cuenta con el calor humano de la familia) y solo en los partos patológicos intervenir.



[i] Basado en la situación de salud que se vivía en España en la década de los 90

4 comentarios:

Nancy dijo...

Excelente lectura. Lo Felicito Dr. Álvarez

Unknown dijo...

Muy buena historia que disfraza una verdad absoluta, la verdad en que la medicina se esta deshumanizando cada vez mas... y no te olvides Oscar malacostumbranos mas seguido con mas de tus historias

Unknown dijo...

No tengo palabras después de leer esto dr Hernan, cuanta emoción y cuanta verdad

Unknown dijo...

Nanchi,te recuerdo como mi eterno amigo.