UN
ACUERDO EN SILENCIO
(Oda a la Atención Primaria
)
por : Óscar Hernán Álvarez García (1980)
Preámbulo:
El centralismo es la lacra más
grande que sufre el Perú. Y las nuevas carreteras, una de sus armas, se hacen,
no para el desarrollo de sus pueblos, sino para saquear los Andes y el Amazonas
de sus riquezas e incluso de sus hombres. Lo mismo que pasa en los países del
Sur, los países del “Tercer mundo”.
Así se perdió más del 90 por ciento
de las tierras que, con tanto esmero, hicieron cultivables los Incas y
Preincas, domesticando para la humanidad, lo mejor de la agricultura (papas,
tomates, maíz, frejoles, cacao, café, etc., etc., etc.).
Tierras que ahora en vez de alimentos producen
pobreza, hambre y enfermedades.
Así también, día a día, con la
depredación de la selva se van destruyendo como con el peor de los cánceres,
los pulmones de nuestro planeta.
Se está rompiendo, pues, el
equilibrio ecológico logrado en siglos y, además, matando a cientos de miles de
hombres al expulsarlos del cielo de los Andes a los cinturones de pobreza y de
muerte que rodean las grandes ciudades. Y con ellos se está matando también su
cultura, sus conocimientos milenarios.
Ante esto, los responsables de Salud
del Perú, intentamos desarrollar el concepto de "Atención Primaria
Descentralizada", es decir, respetando y fortaleciendo los sentimientos y
criterios propios de nuestros pueblos andinos y sumando a estos, lo poco de
nuestra cultura occidental que les pudiera ser útil. Ligando así salud con cultura
propia y desarrollo.
Una noche, en algún valle interandino
habíamos empezado a discutir, a hacer planes de salud en "su idioma",
desde el atardecer, terminadas las tareas del campo, pasamos toda la noche.
Nadie dormía excepto los niños en brazos de sus madres. Era luna llena cuando
se produjo esa especie de milagro: la comunicación con los pueblos andinos, con
el Perú profundo. Se iniciaba un nuevo concepto de Atención Primaria y
Desarrollo, quizás el más real:
"Solo si respetas la naturaleza y
su quehacer de millones de años,
incluyendo en ello al ser humano,
podremos sobrevivir".
Esa sensación maravillosa me dio la
inspiración para este cuento-poesía a la naturaleza que humildemente les quiero
narrar.
UN ACUERDO EN SILENCIO
Una
vez más regresando de Bolívar, al otro lado del Marañón. Las bromas, las
carreteras carrozables, los kilómetros, los minutos se cuentan para llegar a
Cajamarca, volver a ver ese nacimiento de luces, volver a sentir sus calles, su
cemento, sus piedras, su... civilización sin civilizar: Los ponchos, los
sombreros, las polleras... Las cáscaras, los orines, los perros hambrientos,
los caminares ebrios de nuestros campesinos, sintiéndonos ignorados por ellos,
ignorándolos nosotros.
—¡Hola Oscar!
—¡Hola César!
—¡Cuanto tiempo sin verte!
¿Habrá
notado el brillo de mis ojos? ¿ O el ya acostumbrado de mis compañeros cuando
regresamos del infierno de la realidad de la selva, los Andes, los campesinos,
el cielo?
Pero sigo....
¿Y mis hijos?: Semanas sin verlos....
Mi
mujer, ¿me querrá?, ¿compartirá?
El
cansancio, el dolor de piernas, el frío hasta los huesos hacen mella en el
alma. ¿Llegaremos?
Nuestras
vidas en manos de un guía joven, mezcla de puma, vicuña...
De
pronto, muy a lo lejos, un puntito verde claro ¡El carro!
Como
si la vida volviera a mis venas, como si la salvación estuviera allí ¡Arre!,
las mulas volaban a cien kilómetros por minuto, ¡Arre!, ¡Salta!, ¡Pasa
precipicios!, ¡Acércate!
Y
las piernas y las sentaderas y el dolor de músculos y el frío: Suave caricia en
la piel, sensación divina de sentir mis mejillas, mis pulmones.
El
punto se hizo más grande, una pequeña mancha: ¡El Land Rover! Y ahora otros
puntitos móviles se alejan de la mancha, ¡No nos han visto! ¡Si!, regresan,
creo oír el eco de una bocina. ¡Arre, mulita!, se acaba la parte más dura del
viaje: los peligros, las aventuras, las camas duras, las diarreas, las
sacudidas, los zancudos, los piojos, las pulgas... Pero también la realidad, la
belleza, la naturaleza, su riqueza abrupta, la posibilidad de su salvación ¡El
camino correcto!
Por
un instante, ganándole al crepúsculo, ¡El carro al final de la carretera! ¿O
será el principio de la carretera? ¿Será para bien? ¿O será para mal?.
Si
equivocadamente la
Atención Primaria , hasta ahora, igual que el Desarrollo,
buscó los caseríos, los pueblos más cercanos, por su accesibilidad, para
iniciar sus acciones como una mancha de aceite. Al acercarme a la carretera, a
su final, sentía que estaba en lo cierto, que mi rechazo a esa teoría tenía
razón. Como si tuviera en mis manos la salvación del Perú, de la humanidad. Y
es que si buscamos los sitios más cercanos, el flujo siempre será centrípeto y
arrasador, denigrándolos.
Nuestra llamada Civilización, si no se les respeta, los aplastará, creando en sus caras interrogantes, no les dará tiempo a razonar, el ruido de los motores, la luz eléctrica, el cemento, la televisión, los fideos, los atraerán y se dejara desnudar y se volverán mendigos.
Pensemos:
¿Se puede cambiar el blanco de las nieves, allá en los nevados por el humo
negro, negro como la muerte, aquí abajo en el centro de las ciudades? Pensemos ¿cómo
tienen los ojos nuestros campesinos "atraídos"? ¿Cómo asimilan la luz
eléctrica, la televisión?, ¿La comprenden?, después de haber conocido la otra
luz, la de nuestros Andes?
No,
no la asimilan. Se alienan, se entristecen, se embriagan con aguardiente barato
y coca. Formarán estas distancias tan enormes entre los campesinos y nosotros
en las grandes poblaciones.
Pero Bolívar, al otro lado del Marañón, lo más alejado, donde más difícil es llegar, donde la gente vive sin conocer los motores, la televisión, el cemento; y sí su belleza humana y espiritual aún pujante, producto de razas unidas, llegada alguna vez, a ese paraíso, a confundirse en vida con los cientos de reliquias que nos legaron nuestros Incas y Preincas.
Como
esos balcones, saliendo de la esquina de una roca a novecientos metros de
altura, de incomprensible accesibilidad, y desde allí, el espectáculo
imponente: El río Marañón, cual madre, recibiendo al cristalino límpido hijo.
En un festival de verdes, de aguas, de azul cielo, de frutas salvajes y trinos
de pájaros.
Cual
hembra bella, desnuda y mansa, ¡Cómo me llamaba!, ¡Cómo me gritaba acercarme a
ella!, a sumirme en sus aguas sólo tocadas por el Sol y aquellos hombres, como
hijos de este, balseros de brazos fornidos, piel curtida, mezcla de todos los
colores como merecen para la misión que tienen ¡Salvar la humanidad!: blanco,
negro, oriental, zambo, rubio, chino, mongol, ¡Inca!.
Sí, los loros, las águilas, algún cóndor, visitaron esos balcones que sí hablaron con los espíritus de Dios, del Sol de los Incas, al amanecer, ó en el crepúsculo.
Los
bananos, los limoneros, los naranjos. Las cañas de azúcar, con ese jugo divino
que hizo la palabra dulzura se usara para cosas bellas como mujer ó ternura. ¿Y
el café? la fortaleza, el jugo amargo permitido. Arroz, aclimatado como ningún
lugar (¿que planta no quisiera tener esa suerte?); Y las papayas, las piñas,
las ciruelas. ¿Hay acaso algo que acaricie el paladar así?. Plátanos, mangos,
cocos, pacaes, chirimoyas, cacao para el chocolate fino de Suiza ó Alemania.
Camote, maíz.... Y para matar las penas y alimentar la bajeza de la humanidad
en algún país podrido: La coca, otrora sagrada.
Hombres
rudos, mujeres con rara belleza y feminidad que no pudo alterar el trabajo ni
la brutalidad del tiempo, sol quemante en verano, diluvios con rayos, truenos y
barros en invierno.
La
luz de la luna, nunca tan plateada, nunca vestida en forma tan hermosa, quiero
pensar que lo hace por mi. Como si supiera de lo sublime del momento, cual
reina que derrama fragancia, su color plateado es más claro que nunca bañando a
seres en pos de la
Atención Primaria : Hombres agrestes, sus mujeres y niños, y a
nosotros aprendices de lo que es la vida, el calor, el pacto del vínculo con la
naturaleza...
Conversamos
horas y horas y... ¡comprendieron lo nuestro! y ¡Nosotros lo suyo! y... Un
acuerdo en silencio: "No traicionaremos esta tierra, responsabilidad de
pueblo escogido, por las barracas, las chozas, "los pueblos jóvenes",
la televisión...
Y
nosotros, con las pocas cosas que traigamos, depuradas por manos delicadas, a
cambio de aprender a compartir la vida con la naturaleza, ¡La única posibilidad
de salvar al hombre!.
El
rumor del agua en la noche. El amanecer con sólo una intención de frescor. El
concierto de pájaros... Algunas nubes
negras ya no muy lejanas que anuncian que vendrán las lluvias.
Cualquier
intento de progreso en nuestro país debe hacerse desde el seno de los pueblos
hacia nosotros, debe llevarse lo mejor de lo que tenemos, incluso a nosotros mismos, para que
escojan y no sacar nada, ni mucho menos a ellos, si no quedarse, o dejar
nuestras mejores cosas.
Quizá,
sólo así, podremos amistarnos con nuestro pasado, con nuestro futuro, con
nuestra humanidad, con DIOS
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